Durante el acto realizado para recordar un nuevo aniversario del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido el 18 de julio de 1994 y que dejó 85 muertos y más de 200 heridos, uno de los oradores, Luis Czyzewski, dirigió su discurso en forma directa al primer magistrado: “A usted le decimos, señor Presidente, que después de tres años no alcanza con decir que la causa AMIA es una vergüenza nacional. Tampoco alcanza con firmar un decreto por el que asume la responsabilidad del Estado de haber violado los derechos humanos. Hoy todavía faltan respuestas, resultados que no tenemos. No sólo deben ser imprescriptibles las causas que involucran al terrorismo de Estado que sufrimos todos, sino también la de los atentados”.
El presidente Néstor Kirchner, que estaba en Paraguay en el momento de la recordación del aniversario, al regresar al país respondió a las expresiones de Czyzewski con una frase poco feliz: “Yo no soy mago ni Mandrake”.
El personaje Mandrake al que aludió el presidente Kirchner, es aquel héroe legendario del comic estadounidense que surgió en los años 30´. Un elegante ilusionista de galera y smoking que utilizaba sus poderes hipnóticos contra criminales y malhechores, a quienes transformaba en serpientes o barras ardientes, y hacía pases con su varita mágica para convertir, por ejemplo, un revólver en una banana.
Kirchner se sirvió de la figura de Mandrake para contrastarlo con una realidad que, según sus palabras, se circunscribe a la de «un tipo honesto que pelea con la Justicia contra toda impunidad”, haciendo la salvedad de que si antes de su mandato «hubo nueve años permanentes por los cuales se trabajó para la impunidad, no es culpa mía”.
Pero en otra conmemoración, la del décimo aniversario del atentado a la AMIA, en julio de 2004, se produjo un extraño suceso que, por sus características, bien pudo haber sido protagonizado por el mismísimo Mandrake: en esa ocasión supuestamente reaparecieron, y luego volvieron a desaparecer, unos cassettes que contenían información vital para la investigación de la causa.
Todo comenzó a partir de que el entonces titular de la AMIA, Abraham Kaul, tras una reunión que había mantenido con Kirchner y el presidente del Comité Judío Americano, (American Jewish Committee, AJC), Robert Goodkind, manifestó a la prensa que el primer magistrado les había revelado que se habían encontrado las cintas, hasta el momento desaparecidas, que contenían la grabación de escuchas telefónicas registradas por los servicios de información de Argentina a los presuntos integrantes de la conexión local que colaboró con los terroristas para cometer el atentado.
«Se encontraron aproximadamente 45 cassettes, de aquellos que la Policía Federal extravió hace 10 años», manifestó Kaul en la rueda de prensa que compartió con el presidente del Comité, Robert Goodking y el director ejecutivo de la entidad, David Harris.
El secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, quien también se encontraba en la conferencia, afirmó que el material se estaba “analizando” y que oportunamente lo pondrían “en manos de la justicia y del Tribunal Oral para profundizar la investigación».
Según los dirigentes judíos, en esa misma reunión Kirchner les había expresado que se comprometía a tomar las medidas necesarias con relación a Irán, para que los partícipes iraníes testimoniaran y declararan. Kaul agregó que el hallazgo de los cassettes era «doblemente importante», porque demostraba que “cuando hay convicción política y voluntad, hay cosas extraviadas que todavía se pueden encontrar y que pueden dar luz a la causa AMIA».
Pero todo pareció ser nada más que un efecto del ilusionismo, porque al día siguiente, Kirchner salió al cruce para desmentir las declaraciones vertidas por Kaul y afirmar que hubo una «mala interpretación» por parte de las autoridades de la mutualista judía, porque en ningún momento se había referido a los “cassettes” sino a los “recibos” de quienes habían retirado las cintas.
Para reforzar los dichos del Presidente, el jefe de Gabinete Alberto Fernández, explicó a los medios que «lo que en realidad se detectó es que en determinado momento dos comisarios mandaron retirar los cuarenta y tanto cassettes» que se habían extraviado y que «lo que el presidente le prometío (a Kaul) es esto: que ahora que ya sabemos la ruta de los cassettes podemos tener una búsqueda más firme”. Al ser consultado sobre por qué el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, presente en la rueda de prensa realizada por las autoridades de la comunidad judía, llegó incluso a referirse a la investigación de los cassettes, Fernández lo adujo a una distracción del funcionario: «evidentemente se le ha pasado».
A pesar de que los integrantes de la comunidad judía que habían asistido a la reunión con el Presidente insistían con que el presidente se había referido a la reaparición de los cassettes, el jefe de Gabinete continuó afirmando que Kaul cometió “sanamente” un «error de interpretación», y aseguró que los cassettes «no aparecieron nunca».
Así fue como en 2004, como si hubiera intervenido la vara de Mandrake, la marcha de la investigación tuvo un pase mágico de «abracadabra, nada por aquí, nada por allá… »